Nadie encuentra lo que no está; buscando. No es verdad
que las cosas aparecen de pronto; sorpresivamente.
Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una
mujer encuentra a un hombre... los dos estaban buscándose.
Por soledad. O por dolor. O por ganas de revivir la vida
insuflándole oxígeno a los los pulmones.
O porque sí. ¿Por qué explicarlo todo? ¿Por qué decir
que la causa, el efecto, que la casualidad no existe ?
Mejor pensemos que lo importante es que, cuando no hay
alguien a nuestro lado, no hacemos tostadas (¿para mí
solamente? (No...), no gastamos el frasco de perfume,
compramos con más nostalgia que alegría un
ramito de flores para llevar a casa, y estrenamos muy
pocas cosas. Se van yendo las ganas, como se va la luz,
poquito a poco... Y la noche nos asesta su golpe con el
recuerdo, nos envía sus fantasmas más tristes, sus sombras
incansables e inclementes. La noche que no termina nunca,
que crece, que atormenta, que entrevera nombres, que ronda,
que agiganta las lágrimas hasta transformarlas en
un océano.
Estamos solos porque no hacemos una llamada.
Porque no damos el paso que nos acerca.
Porque no decimos la primera palabra que se transforme
en puente. Nadie encuentra lo que no está buscando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario