sábado, 18 de mayo de 2013

TRES INTENTOS

En que momento se quedo sin cuerda el reloj? En que momento la palabra se hizo un ovillo y se acostó en un rincón del cuarto, cansada, desganada, plegando sus alas? En qué momento la certeza se transformo en interrogante? En qué momento las manos tiraron las caricias al cesto de los papeles? Ella lo sabe. Quiere armar la escena con precisión matemática, pero no encuentra los gestos, la intención, el motivo. Hurga entre los recuerdos. Espía, busca, indaga.. Su memoria es traidora: no la ayuda, le esconde datos, le mezcla los recuerdos buenos con los recuerdos malos. La cuestión es que ahora importa poco que haya habido sublimes desvaríos y ansias incontrolables. La cuestión es que ahora importa poco que haya habido una unión de puente tendido entre los dos, que hayan sido náufragos abrazados sobre una balsa en medio del océano, que se hayan repetido hasta el delirio que morirían si no estaban juntos. Porque ahora ella ya no puede asegurar que sigue enamorada. Ella no puede convencerse de que lo necesita. Ella se queda con los ojos abiertos en la noche, buscando en la oscuridad una explicación que la tranquilice, que le aquiete esa culpa que siente por lo que ya no siente. No es feliz ni desdichada, como se puede vivir así? Esta como una plaza en una siesta de verano: verde de arboles y coloreada de flores, pero sin presencias humanas. Ganas de llorar no tiene. Ganas de gritar no tiene. Podría, por ejemplo, hacer una cantidad de cosas que antes no se atrevía a hacer sola, porque la soledad le daba miedo. Podría caminar por una calle, con pasos rítmicos, por el solo placer de caminar. Podría.. podría.. podría.. Lo que verdaderamente no sabe es como decirle a él todo esto. Porque el no lo entenderá. Por más que siempre dijo que la conocía mejor que a, la palma de su mano, que la comprendía, que podía leer sus pensamientos, que sabia como hacerla feliz, como hacerla brillar, como hacerla sentir bien, plena, en paz.. No la entenderá. Se pondrá furioso, arremeterá contra ella con frases hirientes, con gestos hostiles. Tratara de humillarla, de conmoverla, de hacerla sentir como una bruja, como una madre, como una amiga, como una niña, como una vieja, como una tonta, como una loba, como un cordero, como un ave de rapiña, como una daga refulgente. Tratara de despedazarla, de unirla, de someterla, de rescatarla, de odiarla, de hacerse el mártir, el desahuciado, el pobrecito, de hacerse el superhombre, el conquistador, el guerrero, el manso, el bravo, el incrédulo, el sarcástico, el noble, el dulce, el poético, el abandonado. Usara todas las armas y todos los matices. Sera una batalla tan larga y agotadora, que ella terminara por admitir que bueno, que está muy confundida, que sí, que lo mejor será darse otra oportunidad.. que está bien, que no se puede tirar todo por la borda sin hacer un intento por salvarlo, por rescatar lo rescatable, por.. Y hará el intento. Porque las mujeres hemos sido educadas así: para hacer el intento por salvar las cosas, y ella es una mujer igual a todas las mujeres y no sabe, como los hombres saben, cortar las cosas de un hachazo y chau. Por eso mañana a la mañana lo va a llamar y le va a decir que tiene que hablar con el de algo importante. Y le va a plantear sus dudas. Y se va a aguantar todo lo que sabe que sucederá. Y le concederá un plazo para arreglar las cosas. Mañana mismo. Porque sabe que una mujer.. para terminar con una relación amorosa o casi amorosa o que fue amorosa, debe pasar tres veces, por lo menos, por tres intentos. Las tres veces las mismas escenas. Las tres veces las tripas retorciéndose dentro de ella. Las tres veces diciendo lo mismo y oyendo lo mismo. Solo que la tercera vez, por fin, agachando la cabeza y encogiéndose de hombros, sin replicar, sin decir la última palabra, haciendo oídos sordos a la frase con la que el tratara de partirla en dos.. por fin, por fin podrá marcharse caminando despacito, como si sufriera terriblemente, sin darse vuelta cuando el la llama, sin darse vuelta.. Primero pasitos cortos, lentos; después pasos más largos, mas rápidos, y al fin esa distancia que no la deja oír mas, esa distancia que le permite respirar, que le pone todo el universo delante de los pies, para que lo recorra como se le antoje, como pueda, como quiera, ya sin siquiera pensar en qué momento se cortaron los hilos y por qué y cómo se lo va a decir a él..

jueves, 16 de mayo de 2013

Te odio, odio las canciones de amor que traen tu recuerdo a mi casa. Las ganas de verte, y odio el cielo en tu rostro y las dudas de echarte al olvido o llamarte para contarte, qué sé yo, que sigo existiendo, que te odio

por fin, que no sé, si el mundo resiste sin ti. Tanto, tanto, tanto, tanto te odio. 

Te odio, odio la mañana, el café, sin planes, sin ti y en ayunas, perdura tu aroma y lo odio. Envuelto en papel de colores, te envío bengalas, rencores.
Quizá recuerdes así que te odio, también tu sonrisa y la brisa arañando tu piel, y mi corazón ya de paso. Tanto, tanto, tanto, tanto lo odio.
Este viejo odio que hiela los jazmines, ama tu figura aborrecible. Y así, si te marchas, quedan los rencores para recordarme las razones: de por qué me eres imprescindible, de por qué te extraño aunque me olvides. 
Te odio, odio tu belleza y a mí me odio al saberme tan lejos del viejo camino andado, rastreando hadas y cometas, la estrella prendida en tu pelo. Maldito lucero. Lo odio.
Odio odiarte tanto, saber que te encuentras perdido y la vida me impide encontrarte. Tanto, tanto, tanto, tanto te odio.
Soy tan feliz a tu lado que odio que ya no estés cerca, y empieza a cansarme este odio. Quizá si tuviera tus manos, pero te odio tanto, tanto, tanto, tanto...

miércoles, 15 de mayo de 2013

Nos hemos quedado mirándonos, un poco incómodos, sin saber qué decir.
Yo tengo tantas preguntas que quiero hacerte y no me atrevo.
Vos tenes tanto miedo de que te las haga... Me calla el miedo de perderte.
Para ganar tiempo enciendo un cigarrillo, sonrío tontamente, hago un comentario estúpido.
Por debajo de nuestras voces, inaudible, hay un diálogo que no tiene nada que ver con lo que nos estamos diciendo.
¿Qué pasó en realidad?
¿Por qué nos hemos convertido de pronto en estos dos extraños acartonados con ganas de ponerse a llorar?
Porque yo tengo ganas de llorar... y vos te­nés los ojos vidriosos.
Nos incomoda la ropa, la hora, el lugar, nues­tras propias historias divergentes, el encuentro a destiempo... o por lo menos en un tiempo que todavía no se ha cumplido para que podamos estar juntos siempre.
ESPERA.
Qué palabra horrible.
Que sinónimo horrible de agonía.
Repentinamente recuerdo todos los consejos que me han dado con buena voluntad algunos amigos.
"No lo presiones."
"Dejá que sea él el que decida."
"Dale tiempo."
"No le hables de..."
"No le digas que..."
"Que él encuentre en vos tranquilidad y un poco de alegría."
Conviene. No conviene.

¿Por qué tengo que hacer las cosas que con­vienen si no son las cosas que quiero hacer? ¿Por qué no puedo decirte lo que necesito de­cirte?
-Casi me jugué por vos... -murmurás.
Casi.
Ya sé: son años de convivencia, aunque nun­ca haya sido el amor.
Ya sé, es la enfermedad llamada costumbre.
Casi.
Casi te jugaste por mí.
Mirás la hora en tu reloj, disimuladamente, haciéndote el que se acomoda el puño de la ca­misa.
Todavía no te atrevés a decírmelo, pero yo entiendo.
¿Por qué entiendo?
¿Por qué siempre tengo que entenderlo todo?
Y me asombra no ponerme a gritar, a gol­pearte con bronca.
Me asombra mi silencio resignado.
No sé cómo empezar, cómo decirte que lo estuve pensando, que hace ya muchas noches que no puedo dormir y cuando el sueño por fin me vence, el sobresalto me despierta.
Miro tu pelo. Nadie va a acariciarlo.
Miro tus manos huérfanas.
Todo lo que crecía, lo que remontaba vuelo, volverá a tu contorno.
Serás un cuerpo bello debajo de la camisa, un cuello envuelto por la corbata, una firma al pie de las planillas, una conversación con los amigos después del club el viernes a la noche.
Ya basta de ba­jar la ventanilla del coche, al despedirnos, para que yo te pregunte: "¿Me querés?" y vos me digas: "Siempre preguntando lo mismo." Y te sonrías: "Sí que te quiero, tonta."
No sé cómo empezar, cómo decirte que es más fuerte el dolor de compartirte que la alegría de tenerte.
Y de repente oigo mi voz que habla, que te da las palabras por su cuenta:
-No lo resisto más. Se acabó.
-Necesito más tiempo... No es fácil.
-Nada es fácil. Tampoco para mí es fácil.
-Si entendieras...
-Entiendo. Por eso me hago a un lado y te dejo no solamente un poco más de tiempo sino TODO el tiempo.
-Yo te dije una vez que ibas a cansarte, que vos ibas a dejarme a mí...
-No te dejo. No me cansé. No aguanto, que es distinto. Se está desmoronando lo que construiste en mí, y no quiero quedar otra ves tabla rasa. Me ayudaste, te ayudé: nos usamos en el mejor sentido de la palabra.
-Estás furiosa.
-No, estoy asustada.

-Mejor seguimos hablando mañana...
-Mañana no. Digamos todo ahora.
-Estoy cansado. Estás cansada. Nos vamos a herir. No quiero seguir hablando ahora.
-No me llames, no me busques, no nos vere­mos hasta que arregles tu situación. Y si no te animás...
Chispas tus ojos. Y el brillo de una lágrima que no querés soltar, pero que está, que cae y llega hasta la comisura de tu boca.
Mientras vas caminando hacia la puerta sien­to que me vacío.
Todavía es invierno mientras vas caminando hacia la puerta.
¿Te olvidarás de mí? ¿Arreglarás las cosas? ¿Soportaré la soledad, mi mano que quiere discar tu número y aprieta el puño y no?
¿Hice bien? ¿Debí darte un poco más de tiempo?
Fumo un cigarrillo.
Salgo a la calle.
"Yo te dije una vez que vos ibas a dejarme."
Me da rabia la salida fácil, la escapatoria.
Porque después de todo es una salida fácil esgrimir una predicción en vez de dar una res­puesta valiente.
¿Y quién me dijo que los hombres son va­lientes?
Es invierno y han podado los árboles de la calle.
¿Llegará la primavera, echarán hojitas nue­vas, echaré yo hojitas nuevas alguna vez? 
Miro el reloj: las ocho y media.
El llegará a su casa justo para la cena.