jueves, 10 de octubre de 2013

La angustia. Su compañera permanente, la que desde siempre ejerce sobre ella una atracción casi patológica. Como esas parrillas eléctricas de luces azules que en las antiguas pizzerías atraían a los insectos hacia la muerte. Así. La angus­tia la fascina y la cautiva.
Tal vez no otra cosa la impulsó a ser analista, más que intentar hacer algo por esa angustia que a los pacientes les resulta intolerable y a ella, irresistible[...] 
No es sencillo aceptar que nos han dejado solos. La soledad es también otra de las máscaras de la muerte y ella lo sabe muy bien, porque también está sola. Lo necesita.
Hace tiempo que no ve a Sebastian y el dolor le atraviesa el cuerpo. Desde esa vez ella no ha podido descansar en nadie más, y hoy esto le está costando demasiado. ¿Cuánto hace que no permite que nadie la abrace cuando está mal, cuánto hace que no llora?
 Toda­vía recuerda sus brazos fuertes, su palabra firme y afectuosa. Ella lo extraña de un modo casi infantil, inexplicable y sufriente. El y su sonrisa inocente, el y su sexo violento, el y su maldita inteligencia.
Un día, ella guardó sus cosas, se metió en su cama y se le entregó de un modo desesperado. Al terminar se quedó llorando abrazada a él. Cuando él despertó, ya no estaba.
 Pensó un momento intentando comprenderla. ¿Tanto la había lastimado como para que decidiera dejar todo lo que había construido hasta entonces, su familia, sus amigos y su trabajo, sólo para alejarse de él?
Sabe que sí. Aunque le cueste reconocerlo, no puede enga­ñarse. Es consciente de que los dos se lastimaron mucho. Él con su sinceridad hiriente, ella buscando siempre llevar todo hasta el límite, forzándolo hasta que no pudiera más, él jugando per­versamente con el dominio que ejercía sobre ella.
Ella, por su parte, lo amó de una manera incondi­cional y enferma y cedió a los peligrosos juegos que él le pro­ponía.
Aquella última noche, El miró sus pechos, su pubis, besó y tocó cada parte de su cuerpo como si quisiera guar­darla para siempre en la memoria de su boca y de sus manos. Y ella se dejó mirar, se dejó tocar, fue un poco su juguete, lo dejó hacer a su antojo y, como siempre, disfrutó con eso.
Porque gozaba al ver su cabeza entre sus pier­nas mientras la besaba, o al sentir cómo se movía dentro de ella mientras su boca le mordía el cuello de un modo casi ani­mal. Pero lo que más disfrutaba era mirarlo en el instante final, gimiendo, con ese gesto entre placentero y dolorido que tenía durante esos pocos segundos. Quizá porque ése fuera el único momento en el cual podía verlo tal cual era, sin dis­fraces, totalmente despojado de corazas e imágenes inven­tadas.
Entregados a ese placer doloroso, ella tambien dejaba de ser la intelectual brillante, la psicoanalista que siempre tenía la respuesta justa para cada pregunta y el control sobre todas sus emociones. En ese trance ella era solamente una mujer que gozaba desesperadamente y a la que sólo él era capaz de hacer sentir de esa manera.
Pero, desgraciadamente también él tenía el poder de descontrolarla, de llevarla en un instante del pla­cer a la angustia. Quizá no fuera otro el motivo por el cual había decidido dejar su casa de Buenos Aires para instalarse en aquella pequeña ciudad a más de mil kilómetros de todo lo que hasta ese momento había sido su vida. 
Porque a su lado, también el dejaba de ser el hombre lú­cido y sensible para convertirse en un macho que se some­tía totalmente a todos sus caprichos. Y los disfrutaba.
Por eso esa noche, cuando todo concluyó, se quedó hecha un ovillo sobre la cama, llorando en silencio. Porque ya no habría más Sebastian para ella.
Sabía que iba a extrañarlo con desesperación, pero sabía también que era imposible intentar algo más. Ya se habían lastimado demasiado. Ella no había podido hacer nada por evitarlo e, inmersa en el juego, también lo había herido. Muy a su pesar, aun a costa de su inocencia, de su verdad. Estaba arrepentida, pero ahora ya era tarde.
Por eso, al irse, no quiso despertarlo. Se vistió en silencio y apenas si atinó a mirarlo antes de salir del cuarto. Afuera una persistente llovizna caía sobre Buenos Aires y los relám­pagos iluminaban el cielo. 
Cuando salió a la calle el frío de la noche le pegó en la cara. La garúa era continua y helada. Metió la llave dentro de un sobre con su nombre, lo tiró en el buzón de la entrada y se fue de su vida para siempre.
Hace un tiempo.
El tiempo es implacable.

Pocas cosas se parecen tanto a la muerte como el silencio y él lo sabe. En donde no hay lugar para las palabras aparece el sinsentido, lo inabordable. Eso que es imposible de hablar y que se pierde en una oscuridad sin nombre. Sólo un dolor mudo y lacerante se levanta como última barrera frente a la locura[...] 

jueves, 3 de octubre de 2013

La puta madre que te extraño. Inocentemente el otro día te acordaste de mi, y yo que siempre me acuerdo de vos, ese día te pensé, y me pregunté soñando despierta, pasará alguna vez que me escribas un te extraño o algo parecido...  Y me escribiste, obviamente no era lo que yo esperaba pero me saco una sonrisa. Que ganas de volver el tiempo atrás.. Tantas cosas nos quedaron por hacer, tantas cosas haría si estuviera con vos mi amor... A veces es desesperante la manera en que te extraño y pienso por favor átenme las manos para no escribirte y decírtelo ... Como si eso modificara algo... Como si de repente te dijera eso y sintieras amor por mi. Que ilusa. Me pregunto si alguna vez llegara ese día. En que vos también me extrañes y después de tanto volar lejos de mi en otras ilusiones como decís vos... El viento te traiga de nuevo... Y en ese tiempo después de haber pasado por tantos tornados podamos amarnos de una vez y para siempre... 
El tiempo define todo... Y yo te espero en el mismo lugar de siempre con el corazón abierto, solo para vos...


Nadie más que vos entiende lo que me cuesta admirar lo más bello de mi fondo. Que nunca contemplo el verde y que sufro en soledad las miserias que yo escondo... Pero bien sabes que nada es más triste que el rencor que desnudo en la contienda. 
Lo que vuelve una batalla nuestra simple altercación cuando surgen diferencias...
El pasado es cizañero y se presenta cada vez que vos tu rol queres cumplir y aunque nada justifique el transgredir yo te ruego que puedas tenerlo en cuenta.
Cuando duele no se olvida, en un rock late, y es por eso que yo llego a violentar , a pesar de tus pifiadas yo te pude disculpar, te suplico que vos sepas disculparme. 
Porque juro que aprendí algo de la vida y es que no hay peor error que idealizar. Hoy disfruto de saber que sos real y de todo lo real,
sos mi elegido.
Me enseñaste entre otras cosas a no omitir la verdad y es por eso que te escribo. Porque, aunque no sobren rosas, fomentaste austeridad y yo estoy agradecido.
Es por eso que he venido con mi abrazo hecho canción a decirte lo que nunca:
¡Que gracias a vos existo y te debo lo que soy porque me diste tu ayuda!
A mal tiempo no siempre la buena cara, hacerse cargo para poder resolver... Que el sistema siempre intenta derrotarnos, pero nunca hay que perder la dignidad....


Lo bueno es que jamas vas a leerlo. Como te extraño mi elegido... :(



Ojala algun dia entiendas como yo, que el amor verdadero pasa una vez.. Y esa vez fue la nuestra...