domingo, 26 de julio de 2015

Lo mas lindo que me escribieron en mi vida. ("El concierto- Crónica del caos en espacios reducidos")

Primer movimiento. Música y restricciones.

  Hay menos opciones que las habituales para abandonar el edificio porque dos necios e inquietos se salieron con la suya. La ausencia de sonidos hizo pensar que el show había terminado. Pero los músicos seguían tocando. Las manos se deslizaban suaves por los instrumentos. Las piezas interpretadas ganaban tempo de a ratos, para terminar generando climas para pensar que se aprovechaban no pensando demasiado. No había solos. Cada músico era tan protagonista como el otro, aunque había algún que otro riff porno denotando espíritus, a veces seguros, otras veces inciertos.

  Hay menos opciones que las habituales para abandonar el edificio porque los silencios traen confusión. Es erróneo asumir que todo el mundo sabe de música, y pudiera apreciar que tales momentos en el tiempo, ausentes de materia sonora, pudieran significar algo importante. Los silencios en la música no son un invento del hombre. Desde que el mundo es mundo, a las tormentas las antecede la calma. 


***

Pequeño intervalo que se aprovecha para tomar agua y hablar sobre el silencio.

  El silencio. Elemento que no sirve demasiado en ausencia del sonido. Porque el silencio no es tal sin que haya sonido antes o después que él. Y viceversa. El silencio puede significar que nos preparamos para algo que va a ser ruidoso. Puede significar que ya no habrá más sonidos y nos invita a retiraros hacía otro lugar con parlantes. También puede ser parte una incertidumbre aterradora en la que no sabemos si la pieza terminó, o lo mejor está por venir. Por eso es que en la música hay escalas, y formas de emitir una nota final. Se supo de un compositor que hizo un arreglo de silencio tan largo, que cuando volvió a atacar la nota, el teatro estaba vacío. No se supo bien si el silencio fue muy largo o el publico era muy impaciente. Como músico, a veces me olvido como ser espectador; una persona que necesita seguir escuchando música, no importa de donde venga. Si las personas creen que una obra terminó, van a ir a otro teatro sin saber jamás que quizá solo se trataba de un silencio.

***

Segundo movimiento. Restricciones y concepción del ahora.


  Había menos opciones que las habituales para abandonar el edificio por culpa de valles que desvían la atención de lo que se presume está bien. Por la dulzura que pendula. Por los labios de plata. Porque siempre es hoy, y hoy había que negar una salida del edificio a las personas. Agitarla y hacerla sudar por dentro. Hacer de cuenta algo que no es, pero que volvería a ser siempre, porque dos amantes de lo infinito consideraron que la cordura no cabe en él. Un instante sabe más a eternidad que un puñado de días pálidos. Entonces las salidas del edificio estaban mermadas por la concepción de un instante de esos. Que no debía suceder, pero sucedió, y a nadie le interesa saber por qué.


***

El comienzo del nuevo silencio.

 "Un pentagrama consta de cinco lineas llenas de música. Aunque algunos amantes de los anagramas pueden crear sobre una sola linea."


  Juntaron las partituras después del in crecsendo que derivó en el final épico. Las manos de los músicos se cruzaban. Pero lo confuso de la situación es que no se trataba de una interpretación de una pieza ya escrita. Era improvisar. Y nadie en este mundo puede explicar como es que cada nota iba apareciendo en el pentagrama a medida que los músicos tocaban y tocaban y tocaban. Ninguno de los dos músicos (no estoy del todo seguro si es la primera vez que digo que eran dos) tenía idea de cuanto había quedado en el pentagrama que se llevaba el otro. Tenían una idea vaga, inducida por el orgullo y el deseo. Ambos creían (o querían) que el otro guardara esos cuadernos en un anaquel especial. De cualquier forma era hora de abandonar el recinto de conciertos. Las hojas caían torpemente de entre sus manos. Algunas se fijaban en una mente incendiada. A esta clase de músicos les cuesta hablar sobre el alma.

  Uno fue hacia un lado. El otro hacia el opuesto. Jamás lo van a saber, pero cuando uno de ellos se dio vuelta para mirar al otro por última vez, este se alejaba dándole la espalda. Y en el preciso instante en que los ojos brillaron y se volvieron hacia adelante, el otro se dio vuelta para hacer lo mismo que su compañero, y encontró la misma imagen.

  El piso tembló. Ellos no se percataron. Lo sentían natural. Les pareció normal que todo empezara a desmoronarse a medida que su distancia aumentaba. Las opciones habituales para abandonar el edificio colapsaron junto al propio edificio. Las veredas. El supermercado de enfrente. Toda la calle hasta la avenida Belgrano. El fuego salía de sus cabezas. Lo consumió todo. El silencio volvió a ser lo único.

***


Cuadernos escritos. Cuadernos en blanco.

  Por Buenos Aires siguen errando. Sobre uno de ellos lo supongo, sobre el otro lo sé. "A esa música le faltó más letra" se lamenta él. Lee un libro. Piensa en claustrofobia conviviendo con libertad. Termina su café, paga y se dispone a seguir. Cuándo está por abandonar el bar, el mozo se le acerca con un cuaderno de hojas infinitas. "Se olvida esto, buen hombre". "Cómo se lo agradezco caballero. Sin esto no vivo".

  Ahí nomas agarró su cuaderno pentagramado, en blanco, y siguió su camino. En blanco, como esperando hacer más música. Nueva, grandilocuente. 
Un camino que a veces cruzaba por la cuadra que incendió durante aquel concierto. Había un hedor a "nunca más" que erizaba la piel. Pero la música es infinita. En ella todo es posible. Se puede hacer resurgir un edificio de las cenizas. Se puede seguir trotando el mundo con los recuerdos de una noche con sabor a última. 

   Con media sonrisa clavada fue a caminar la ciudad, sabiendo que su mejor obra aún no había sido compuesta.