sábado, 14 de diciembre de 2013

Te perdono el montón de palabras que has soplado en mi oído desde que te conozco. Te perdono tus fotos y tus gatos, tus comidas afuera, cervezas y cigarros, es más, te perdono andar como tú andas, tus zapatos de nube, tus dientes y tu pelo. 
Te perdono los cientos de razones, los miles de problemas en fin, te perdono no amarme. 
Lo que no te perdono, es haberme besado con tanta alevosía. 
Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío, y eso sí que no te lo perdono, 

pues si te lo perdono... 
seguro que lo olvido.

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