Te perdono los cientos de razones, los miles de problemas en fin, te perdono no amarme.
Lo que no te perdono, es haberme besado con tanta alevosía.
Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío, y eso sí que no te lo perdono,
pues si te lo perdono...
seguro que lo olvido.
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