jueves, 16 de mayo de 2013

Te odio, odio las canciones de amor que traen tu recuerdo a mi casa. Las ganas de verte, y odio el cielo en tu rostro y las dudas de echarte al olvido o llamarte para contarte, qué sé yo, que sigo existiendo, que te odio

por fin, que no sé, si el mundo resiste sin ti. Tanto, tanto, tanto, tanto te odio. 

Te odio, odio la mañana, el café, sin planes, sin ti y en ayunas, perdura tu aroma y lo odio. Envuelto en papel de colores, te envío bengalas, rencores.
Quizá recuerdes así que te odio, también tu sonrisa y la brisa arañando tu piel, y mi corazón ya de paso. Tanto, tanto, tanto, tanto lo odio.
Este viejo odio que hiela los jazmines, ama tu figura aborrecible. Y así, si te marchas, quedan los rencores para recordarme las razones: de por qué me eres imprescindible, de por qué te extraño aunque me olvides. 
Te odio, odio tu belleza y a mí me odio al saberme tan lejos del viejo camino andado, rastreando hadas y cometas, la estrella prendida en tu pelo. Maldito lucero. Lo odio.
Odio odiarte tanto, saber que te encuentras perdido y la vida me impide encontrarte. Tanto, tanto, tanto, tanto te odio.
Soy tan feliz a tu lado que odio que ya no estés cerca, y empieza a cansarme este odio. Quizá si tuviera tus manos, pero te odio tanto, tanto, tanto, tanto...

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